En la década de los 90 del siglo pasado se empezó a escuchar con fuerza la idea de que la Aduana, como institución, debería FACILITAR el comercio.
Otros criterios expresaban (muchas veces a sotto voce) que considerando que las Aduanas son, por antonomasia, entes fiscalizadores, su rol primordial debería ser el de CONTROLAR el comercio.
La mayoría de quienes opinan sobre este tema entienden que ambas funciones son contrapuestas y mutuamente excluyentes. Es decir, que la facilitación puede darse solamente en la medida en que se relaje el control, y un buen control puede efectuarse solamente sacrificando la facilitación del comercio.
¿Es ese criterio correcto? ¿Son realmente control y facilitación incompatibles entre sí para la administración aduanera?
